Envueltos por el velo del tiempo y, habitando multitud de mitos y leyendas de culturas cuyas raíces se hunden más allá del II milenio a.C., encontramos varios elementos que incansablemente se repiten una y otra vez. Se trata de historias que describen el encuentro de nuestros antepasados con seres de otros mundos, o sea, con extraterrestres. Misteriosamente, dichas narraciones se asemejan tanto entre ellas, que resulta inevitable considerar que describen el mismo escenario; pues tanto los hechos en si como las criaturas que los protagonizan, básicamente son idénticos.
Sin embargo, lo verdaderamente significativo sale a relucir cuando examinamos las referencias existentes respecto al lugar de origen, de aquellos ya lejanos en el tiempo, visitantes del espacio. Y, sometiendo estas narraciones al más profundo y escrupuloso análisis comparativo, la presión es tal, que terminan por arrojar conclusiones mucho más que relevantes para el hombre moderno y el mundo que le rodea.
Según estas tradiciones sagradas, con toda probabilidad, hace ya 5 milenios fuimos visitados por una raza extraterrestre cuyo testimonio se niega a desaparecer y todavía perdura inmerso en numerosos mitos y cosmogonías. Vinieron a la Tierra en el interior de “vehículos resplandecientes” directamente desde su lugar de origen, NIBIRU, un planeta que recorre sin cesar las profundidades del Sistema Solar, y que ahora vamos a redescubrir con todo su esplendor para que pueda ocupar su lugar correspondiente en nuestra sociedad actual.
En su libro “NIBIRU, si no existe habrá que inventarlo“, Sam propone un recorrido tras las huellas del astro. Aunque más que huellas resulta una biografía entera, avalada por los testimonios de los más grandes sabios del pueblo Dogón y los vestigios que nos han llegado tanto del Antiguo Egipto como de la vieja Mesopotamia. El viaje no sólo nos transportará hasta Mali o al Egipto de la época de las pirámides, sino que además penetrará en la mente de aquellos que compusieron su historia. Sin duda recorreremos un itinerario apasionante que no dejará a nadie indiferente, marcando un antes y un después, porque en esta obra… no hay espacio para cabos sueltos, ni se deja nada en el aire.
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